miércoles, 13 de marzo de 2013

Ser nuestros prisioneros

Pensar que toda la vida estamos con uno mismo, creemos conocernos. No es así. No nos conocemos. Somos un extraño para nuestros propios ojos. Queremos querer creer ser algo, creer que podemos ser alguien. Vivimos en la soledad constante de no conocernos completamente. La ignoramos, omitimos el detalle de que no nos conocemos para no terminar odiando lo que terminamos ser. No queremos ser nosotros. Al conocernos gritamos. Pedimos ayuda de cualquier alma, ignoramos que ellas tampoco se logran hallar. Nos conocemos, sabemos quienes somos. No encajamos en este mundo lleno de hipocresía y fachadas. Damos mil vueltas al mismo libro para poder entender nuestra posición aquí. Seguimos gritando, queremos ser libres. Comenzamos a simular que somos igual que siempre. Usamos una máscara. Las máscaras no tienen ojos, no pueden ver la realidad. Las máscaras no nos dejan mostrarnos. Es el plan perfecto si se lo piensa detenidamente. La pequeña boca de la máscara no nos permite gritar. Gritamos en el interior. Ya no podemos hacer nada, la máscara se ha adherido fuertemente a lo que antes era nuestro rostro, a lo único medio de demostrar quienes somos. Vivimos con la carne expuesta, ya no tenemos ojos y piel propia. Ya nos comienza a dar miedo nuestro verdadero yo. Aquel repugnante y verdadero yo. La máscara se afloja, piensa ceder. No se lo permitimos. Creemos que ya estamos a salvo con nuestra falsa identidad.  Comienzan a salirse las cuerdas, los hilos que la sujetan se cortan de a poco. Presionamos  la máscara contra nuestra cara. Debemos seguir así, nadie quiere el sufrimiento externo. La máscara quema, ya no quiere ser usada. La yemas de nuestros dedos gritan por un poco de frío. Se queman, todo nuestro yo falso se quema. Finalmente quedamos expuestos, ya no hay salida, somos nosotros. Los gritos se liberan de nuestra garganta, salen a la fuerza, nos quiebran el cuello. Duele, duele mucho. Lagrimas caen de nuestros ojos, hace mucho que no pedimos ayuda. Acostados en el suelo volvemos a respirar, el corazón parece querer latir. Los sentidos se agudizan. Nos levantamos con poca fuerza. Sabemos que por fin nos aceptaremos.


No hay comentarios:

Publicar un comentario